Concebimos el espacio terapéutico -y los procesos que en él se suscitan- como un lugar vital al que arriesgarse para confrontarse con eso que duele, que conmueve y que muchas veces nos paraliza.
Proponemos un espacio cuidado de escucha, no solo para aliviar y procesar los malestares sino además para ubicar aquello que nos potencia, nos alegra y nos hace la vida más vivible.
Trabajamos a partir y a través de la palabra y tomamos del psicoanálisis una de sus herramientas fundamentales: la escucha atenta y desprejuiciada para alojar lo que se encuentra en el campo de la conciencia, y aquello que muchas veces ponemos en acto sin poder llegar a entender las razones.
Complementamos nuestras herramientas profesionales con otros campos teóricos provenientes de los feminismos y activismos queer, posestructuralistas y el pensamiento decolonial y antirracista, lo que posibilita un abordaje no normativizante ni patologizante.
Por otra parte, nuestras trayectorias laborales se conformaron dentro del campo social y comunitario, lo que nos permitió ampliar y complejizar nuestras miradas respecto de la salud mental y sus derivas.
Entendemos que el sufrimiento tiene coordenadas que se pueden ubicar en la historia individual y biográfica, sin perder de vista que cada época produce formas de malestar y sufrimientos específicos.
Por eso cada proceso terapéutico es único, como así también los tiempos subjetivos para entramar la creación de narrativas, hechas de pasado y presente, en la búsqueda de respuestas para acotar aquello que aqueja, duele o hace padecer.